Entre buenas y malas

A veces juzgamos a las personas entre buenas y malas. Ya va siendo hora de preocuparnos de los sistemas en los cuales trabajan.

Recientemente, tras una charla en un foro formativo, una persona con alta responsabilidad en una organización manifestaba, no sin cierta ironía, que no entendía porqué yo decía que todas las personas son buenas. Esta situación de aparente sorpresa la he percibido de forma habitual en otras ocasiones.

Parece que existen dos opciones y cada uno debe estar en una u otra: las personas son buenas o las personas son malas. Normalmente cuando suceden este tipo de comentarios también tiendo a pensar que el interlocutor se sitúa a sí mismo en una de estas dos opciones. Pregunta: ¿en cuál?

Cada vez me cuesta más utilizar la palabra todos. No creo en los todos para nada. Creo que hacerlo es reforzar un estereotipo imposible de ser real. Parte de una posición previa sobre algo que atenta de un modo directo contra la diversidad que preside y presidirá, en un rango desafortunadamente cada vez más estrecho, el futuro. Por tanto, ni todas las personas son buenas ni todas son malas. Siempre habrá buenas y malas, claro.

En el aspecto concreto del funcionamiento de la organización, interpreto que las personas buenas son trabajadoras, dispuestas a mejorar su trabajo, con iniciativa, capaces de entender las diferentes situaciones, cumplidoras, etc. Quiero pensar ésto por no querer imaginar que se refieren a las dóciles, sumisas, resignadas, etc., ya que éstas nunca serán protagonistas. A lo sumo, disciplinadas.

Pongámonos en la primera interpretación: las personas buenas son las dispuestas a protagonizar su futuro y el futuro de la organización en la que se integran.

En este contexto, sí estoy convencido de que la mayor parte de las personas desean que su actividad productiva asalariada tenga ingredientes de protagonismo de modo similar al de su vida privada. Pienso, por una razón de experiencia vivida, que este punto de partida es más cierto que la alternativa de que la mayor parte de las personas quieran dedicar su tiempo a trabajos sin ninguna emoción ni sentido para su vida. Me lo creo, lo siento, lo veo y me lo transmiten.

¿Por qué entonces interpretan que los planteamientos que practico y practicamos en Hobest tienen que ver con el punto de partida de que las personas son buenas?.

Las vueltas que le doy a la cuestión me llevan siempre al mismo sitio: los sistemas de trabajo que imperan en muchas organizaciones están diseñados, la mayor parte de las veces de un modo no intencionado, para limitar el protagonismo y se transforma, en muchas ocasiones, en rechazo o en servilismo. No se trata por tanto de juzgar cómo son las personas, sino cómo las dinámicas de trabajo condicionan a las personas en el contexto de su trabajo.

Categoría:

1 comentario en «Entre buenas y malas»

  1. Muchas veces lo he dicho y siempre he tenido que explicar, ante la cara de incredulidad de la persona que tenía delante, que las personas son buenas en su mayoría, si bien en función de sus necesidades/responsabilidades individuales pero más bien colectivas, suelen tomar decisiones no siempre buenas.

    Un saludo Alberto y mis mejores deseos para el 2012

    Responder

Deja un comentario