Post en el marco del Foro de Igualdad – Berdintasun Gunea 2013.
Zubietxe tiene como misión facilitar la incorporación social de personas en situación o riesgo de exclusión, ofreciendo oportunidades y acompañando individualmente en el acceso a la plena ciudadanía y la mejora de la calidad de vida. Nuestro equipo está compuesto por 25 personas trabajadoras y 35 voluntarias. En 2012 atendimos a 380 personas en situación o riesgo de exclusión, y 979 jóvenes participaron en jornadas de sensibilización dinamizadas por la Asociación.
Nacimos en 1992, somos Entidad de Utilidad Pública y Entidad de Carácter Social. Entre otros reconocimientos, somos Entidad Colaboradora de Emakunde en Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres, desde 2010.
Hasta aquí, los datos objetivos. Que se note que somos respetables. Desde aquí, nuestra experiencia, pequeña y desde la humildad, por si alguien se anima a conversar con nosotras sobre dos temas que nos importan mucho: la participación de las personas y la igualdad.
Zubietxe trabaja desde hace más de 20 años por la lucha contra la exclusión social y por la igualdad de oportunidades de las personas. Sin embargo este abordaje se hacía hasta 2008 de forma genérica: sin realizar un trabajo de revisión de las condiciones y posiciones de mujeres y hombres en la realidad de la exclusión social ni del equipo que trabaja con y para ellas. Intentando dar las mismas oportunidades a todas y todos sin tener en cuenta los diferentes factores de riesgo para mujeres y hombres. En 2008 emprendimos un camino: empezamos un trabajo interno en materia de género que nos hizo ver éstas y otras incoherencias. Como, por ejemplo, pensar que por ser una mayoría de mujeres, y por haber mujeres en los órganos de decisión teníamos casi todo ganado. O creer que, por dedicarnos fundamentalmente a cuidar, promover y proteger la vida objetiva y subjetivamente ya hacíamos bastante.
Somos una entidad del tercer sector de acción social. Además de prestar servicios, pretendemos ser agentes de cambio social, e influir en las políticas públicas. Ahora parece evidente, pero para nosotras fue un trecho del camino concienciarnos de que, desde el punto de vista de justicia social, resulta imprescindible que cualquier lectura, análisis de la realidad, propuesta de intervención… se haga con perspectiva de género. Que nuestra misión como entidad no es posible sin la consideración sistemática de las diferentes situaciones, condiciones, aspiraciones y necesidades de mujeres y hombres. Que la inclusión sin perspectiva de género no es incluyente.
Casi a la vez, casualidades de la vida, comenzamos a preocuparnos por mejorar la calidad de nuestro trabajo. Esto nos llevó enseguida a transitar por caminos de cuestionamiento de los modelos organizativos y de gestión. Ver desvelada por primera vez la lógica imperante de propiedad-poder-organización-planificación-control-control-control fue para nosotras un acontecimiento. Escuchábamos además que dicha lógica estaba condenada al fracaso y que era causa de malestar. De nuestro malestar.
Recuerdo que pensé inmediatamente que aprehender el concepto de género me causó la misma sensación: “¡Eso, eso es lo que me pasa a mi, a nosotras!”. Esa leve (a veces no tanto) y persistente sensación de injusticia, de compromiso incumplido. De repente, no era yo, no éramos nosotras, el problema. Nos dimos cuenta de que “había algo que no funcionaba”, algo que no era justo, y que no sólo tenía que ver con las personas que conformábamos la organización. Que a pesar de nuestros esfuerzos por cambiar, por entendernos, a pesar de las bienintencionadas indicaciones de las consultoras, había “algo” que no se resolvía. En un Taller dinamizado por Hobest escuchamos en palabras, en experiencias, que otros modelos organizativos eran posibles. Y así, alegremente, empezó el caos.
Emprendimos un viaje sin marcha atrás hacia jornadas laborales más satisfactorias y hacia una organización que recibe todo lo que las personas que la componen tienen que dar. Entre todas, acompañadas nuevamente por Hobest, en conversación, cambiamos las áreas, el organigrama, la estructura…. Como parte de ese viaje, redactamos los nuevos estatutos de la entidad para posibilitar la participación de las personas trabajadoras en los órganos de decisión de la entidad, y reservamos un porcentaje para mujeres en esos órganos.
Mentiríamos si dijésemos que nunca hubo tensión: la hubo. Pero nunca fue tanta como antes de empezar a preguntarnos qué necesitábamos cambiar para seguir siendo útiles. Sobre todo hubo mucha generosidad, reconocimiento a quienes nos habían traído hasta aquí, y compromiso de dar futuro a Zubietxe.
Transformamos Zubietxe cuando pudimos. ¿Fue pronto, fue tarde? Fue en un momento crucial, en el que debemos dar respuesta a nuevas necesidades causadas por la crisis económica de las personas en exclusión para quienes trabajamos en un panorama en el que cada día se anuncian nuevos recortes sociales. Necesitábamos abandonar la cultura de control; las personas que componen la organización tienen las capacidades y actitudes, y necesitábamos generar un contexto que permita que las desarrollen y apliquen.
Partiendo de nuestra tradición, caminando por estos dos ámbitos de interés, igualdad y modelo de organización, llegábamos a la misma conclusión: la persona y los procesos de reproducción y cuidado de la vida deben estar en el centro de la organización. La mujer, el hombre en exclusión que acude a nosotras en busca de un cambio, la mujer, el hombre que trabaja o colabora en la entidad, que tiene derecho a co-decidir el rumbo que su entidad toma y, a la vez, cuidar de la vida con la menor tensión posible.
Enunciar que la persona debía permanecer siempre en el centro de la organización fue sencillo: somos una entidad social. Hacerlo desde una perspectiva de género no siempre lo es tanto. El proceso de socialización pesa y a veces nos despistamos. Vivimos con nuestras propias contradicciones ¡faltaría más!. El camino es largo y nos sentimos muy al principio, pero hemos conseguido la apertura de un proceso de cambio, una línea estable que se ha integrado en la cultura, en los protocolos y procedimientos de la organización. Esto necesariamente implica que el proceso sea participativo y, por tanto requiere tiempo. Seguimos caminando.
Este post se enmarca dentro de la actividad impulsada por Silvia Muriel, Izaskun Merodio y Maite Darceles en el marco del X Foro de Igualdad 2013 – Emakunde, que se desarrolla del 1 al 31 de octubre. Consiste en cruzar reflexiones y diálogos sobre intersecciones y convergencias entre la transformación organizacional basada en personas y las aportaciones feministas, utilizando los espacios web www.ncuentra.es y www.hobest.es.
www.scoop.it/t/femin sirve de repositorio. Puedes utilizar el hashtag #begifem para tus mensajes en las redes sociales. Nos encantará que participes.
Eskerrik asko, Loli, es un post sencillo, claro, pero lleno de sugerencias profundas, de intuiciones que colman su espacio. Pensaba escribir algo más, pero, dado que me han pedido también un artículo sobre esta temática, anuncio que lo haré basándome en el tuyo.
Y, por cierto, declarar que nuestra colaboración con vosotras ha sido una de las más satisfactorias y estimulantes que recuerdo (aun con sus momentos de tensión e incertidumbre, pero eso es la vida misma…)
Hola Loli, no te conozco personalmente pero me ha gustado mucho tu relato y especialmente eso de… y así, alegremente, empezó el caos. Muy interesante la reflexión sobre las limitaciones de la «igualdad de trato» para abordar situaciones de exclusión. Estoy contigo en que ni las políticas ni las actuaciones de inserción social o laboral pueden ser «café para todos» porque tratando igual a diferentes no sólo perdemos impacto sino que además, podríamos estar contribuyendo a consolidar las desigualdades. Espero que en algún momento nos crucemos. Eskerrik asko!
Como ya te dije, Loli, la primera lectura de tu texto me conmovió, un tierno escalofrío de vitalidad y sensaciones positivas me recorría el cuerpo según lo leía. Es lo que pasa cuando se percibe que algo está escrito desde la vivencia y con gran generosidad. ‘Sudasteis tinta’ para escribirlo pero ha merecido la pena, y muchísimas gracias por el implícito reconocimiento a nuestro trabajo.
Coincido con Alfonso en que trabajar con vosotras y vosotros fue muy satisfactorio. Hubo momentos de gran tensión, complicados, pero entre todas y todos supimos seguir avanzando y desatascar una situación en la que vuestra organización se encontraba bloqueada desde hacía tiempo.
Gracias también por explicitar esto, porque creo que puede ayudar a otras personas a entender que su malestar no debe considerarse como natural, que se puede construir -entre todos y todas- una organización diferente, con mucho menos malestar, aunque nunca será idílica.
Y gracias por la labor que hacéis y vuestro compromiso con vuestro trabajo. Creo que la sociedad está en deuda con personas y organizaciones como la vuestra.
Mucha suerte y a seguir caminando…
Loli, comparto con Izaskun las ganas por encontrarnos. Vuestro trabajo no solo me parece admirable sino también vuestra voluntad de no tener un mero carácter asistencial y transitar hacia una mejor-mayor intervención, superando el malestar laboral «imperante» e incorporando perspectivas inclusivas como la del género.
Y me gustaría destacar una frase que supera, que mejora, que evoluciona, otra frase que solemos utilizar en este mundo consultoril en el que nos movemos Izas, Maite y yo: solemos hablar de «la persona en el centro de la organización».
Y vuestra frase, por humana, demasiado humana, me ha matado: «la persona y los procesos de reproducción y cuidado de la vida deben estar en el centro de la organización».
Sin comentarios. Chapeau.
Muchas gracias.
Me gusta la apreciación que haces, Silvia. Creo que hablar de ‘persona’ queda limitado para lo que queremos expresar (aunque partiendo de muchas situaciones que nos rodean es un paso de titanes). Limitado, por distintos motivos.
Por un lado, porque puede llevarnos a pensar en la persona como identidad, como ese ego o esos egos con los que nos identificamos. El origen etimológico de ‘persona’ nos lleva por aquí: ‘persona’, en latín, significa la máscara del actor. Desde esta interpretación, frases como ‘tengo que poner en el centro aquello que soy, buscar lo que soy si todavía no lo tengo claro, y desarrollar eso que soy’ podrían ser derivadas lógicas de la máxima ‘poner en el centro a la persona’. Y no. No estamos hablando de eso. Esas frases son vacías, banales, que nos van a despistar completamente si pensamos así.
Cuando hablamos de poner en el centro a la persona no lo hacemos desde ese lugar, sino desde uno con aspiración universal. Es como cuando Tonucci dice que hay que diseñar ciudades para los niños y niñas, pensarlas para que puedan ser habitables para los niños y niñas, porque de esa manera van a ser habitables para todas las personas.
Por eso, a mí me gusta hablar de la ‘centralidad de la vida’, concepto que engloba muchos elementos importantes: por un lado, la vitalidad, aquello que nos hace sentir vivos; por otra parte, el flujo de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, nuestra vida y la de los seres a los que damos vida (y que nos dan vida…) y en esa relación con estos otros seres y con la vida misma está el cuidado: el nuestro y el de los seres que nos rodean; y la vida también engloba la idea de ese río por el que fluimos y nos vamos desarrollando.
En ‘Guías para la transformación’ plasmé una intuición que en aquel momento me parecía relevante titulando un capítulo ‘Organizaciones basadas en la centralidad de las personas’, en contraposición a otro capítulo que titulaba ‘Un modelo basado en la centralidad de la máquina’. Hace ya más de 5 años de esto. Entonces me sirvió para hacer esa dicotomía, para resaltar la característica maquinal o mecanicista de la organización imperante, conceptualización que sigue vigente, sigue explicando la realidad. Sin embargo, la expresión ‘centralidad de la persona’ es una expresión incompleta, como todas, sea dicho de paso, pero que quizá algunos usos que se dan a la expresión requieren matizarla, y tratando de completarla algo más, intuitivamente, vengo utilizando el refuerzo de ‘la centralidad de la vida’, a modo de matiz.
Tu comentario me ha servido para reflexionar sobre ello. Gracias, Silvia.