Explorar el espacio compartido entre la transformación organizacional basada en personas y las aportaciones feministas comenzó siendo una idea-proyecto que se ha ido cocinando a fuego lento. Silvia Muriel e Izaskun Merodio trabajaron en el proyecto ‘Investigación Acción Participativa Nuevos Enfoques Empresariales, Nuevos Recorridos hacia la Igualdad’, financiado por Emakunde, cuyos resultados presentaron en la pasada edición IX del Foro de Igualdad.
A este camino exploratorio se une ahora Maite Darceles, y entre las tres planteamos esta actividad que consiste en cruzar pensamientos y reflexiones para compartir y enriquecer los discursos y las prácticas que se desarrollan desde estos dos ámbitos.
La transformación organizacional basada en personas reivindica el protagonismo de la persona como eje sobre el que articular los procesos de relación, gestión y dirección. Partiendo de los esquemas empresariales próximos al paradigma industrial-capitalista que son mayoritarios, la denominada sociedad del conocimiento requiere atender los contextos en los que las personas viven, piensan, crean, se relacionan y construyen conocimiento con otras. Contextos que chocan con la cultura actual del trabajo, con las organizaciones compartimentadas y con las relaciones basadas en la jerarquía.
El desarrollo capitalista ha dado lugar a una forma-trabajo donde la persona se divide según el contexto, y en el ámbito laboral, pasa a ser trabajador, profesional, directivo, con todas las connotaciones y etiquetas añadidas. La persona queda fragmentada, la vida se fragmenta, se parcela en compartimentos espaciales y temporales; y, entre otras muchas consecuencias de esta parcelación, aspectos innatos de la persona como la iniciativa, la creatividad, la capacidad de innovar, la capacidad de relación y comunicación genuina, quedan mutilados dentro del fragmento del ‘personaje trabajador/a’, ‘profesional’ o ‘directivo/a’. Todo esto –que ya no nos sorprende ya que es cada vez más evidente, más obvio–, genera personas estresadas, cuando no enfermas o enfermizas, cuya cura radical tendrá que ver con vivir íntegramente, sin fragmentación, pero no con la evasividad individual y autocontrolada a la que se llama desde posturas adaptativas, conformistas y acríticas.
En esta sociedad, la persona como tal, como integridad, y como sujeto y objeto de cuidados, queda ignorada. Y ello implícitamente supone también mantener invisibilizadas y sin reconocimiento social tantas y tantas tareas de las que un mayor peso recae en la mujer, constituyendo éste un importante foco de desigualdad.
La empresa, el entorno laboral, constituye también un foco de desigualdad. Por ello, se proponen metodologías y planes para guiar procesos de igualdad que mejoren el acceso, promoción interna, formación, seguridad, salud y acceso a puestos de dirección de las mujeres dentro de las organizaciones. Pero sabemos que esto no es suficiente para la transformación social a la que aspiramos, sobre todo, si los avances se producen sin cuestionamiento de los valores y prácticas del modelo empresarial heredado.
Las organizaciones y las sociedades desaprovechan –despilfarran– el potencial contenido en sus personas, tanto de hombres como de mujeres (aunque por múltiples motivos decimos que más, si cabe, el de las mujeres). Y lo hacen de manera sistemática. Ya que esta es una situación sistémica, no accidental, sino consustancial del sistema en el que vivimos. Así, para trascender o superar esta situación hemos de movernos en los límites del sistema actual. Y en estas fronteras es factible el encuentro con otros movimientos que buscan también la centralidad de la persona, la centralidad de la vida, trascendiendo las lógicas imperantes del sistema… Así, en estas fronteras, queremos encontrarnos con el feminismo, con quien intuimos que tenemos mucho de qué hablar.
- ¿Existe este diálogo pendiente entre el feminismo y la transformación organizacional? ¿Dónde están las intersecciones, los puntos de fricción y las desconexiones? ¿Qué vías puede abrir este diálogo?
- ¿Un proceso de transformación organizacional basado en personas cuestiona per se las bases de la desigualdad de oportunidades entre mujeres y hombres? ¿Siendo la construcción genuina y colectiva uno de los pilares de la transformación organizacional, se están abordando los estereotipos y los roles asociados al género? ¿De qué herramientas o medios puede disponer la persona facilitadora para promover procesos hacia la equidad de género sin que ésta sea una demanda explícita?
- ¿La incorporación paritaria o equilibrada de ambos sexos a puestos de dirección garantiza directamente un cambio cultural hacia formas de gestión más cooperativas y participativas? ¿La posibilidad real de la conciliación y equilibrio entre la vida personal y laboral no viene dada por la corresponsabilidad de una multitud de agentes, entre los que se encuentra la empresa y su modelo de gestión?
Sobre estas y otras preguntas reflexionaremos en este espacio. Trataremos de generar conversaciones, compartir experiencias y conocimiento a este respecto en este barrio global como lo es Internet. Todo un reto. Pretendemos aprender, compartir, dialogar… y sembrar algunas semillas que en algún momento florecerán en formas que hoy no imaginamos. Te hemos dejado la puerta abierta, y si no, sabes que la llave está debajo del felpudo. Será un placer contar con tu participación.
Los diálogos se desarrollarán en los espacios web www.ncuentra.es y www.hobest.es a lo largo del mes de octubre y www.scoop.it/t/femin servirá de repositorio.
Puedes utilizar el hashtag #begifem para tus mensajes en las redes sociales.
Un tema del máximo interés y actualidad, y una brillante introducción al mismo por parte de sus editoras.
Nada más, de momento, quisiera hacer una pequeña observación: La forma-trabajo que hoy se nos presenta como «cuasinatural» y que constituye la forma de mediación social por excelencia, sólo ha ido gestándose desde los inicios del capitalismo y ha ido imponiéndose como «cuasi naturaleza» a lo largo de su convulso desarrollo. Y, como no podía ser menos, ha constituido un «imaginario social» que tendemos a identificar con lo «real». En consecuencia, presenta ciertos riesgos para el tema que nos ocupa.
El primero, extender linealmente hacia épocas pasadas -incluyendo las de la gestación del capitalismo- la «lógica» de la discriminación por sexos (y, particularmente, en su relación con el trabajo), y, de esta manera, obscurecer el hecho de que ha habido realidades muy diferentes a lo largo de la historia.
El segundo, adoptar la actual forma-trabajo como «naturaleza» y, en consecuencia, tratar de «encajar» en ella iniciativas, sin duda alguna muy loables, pero que ignoran que es precisamente la lógica subyacente a su estructura la que garantiza su dinámica y su reproducción incesante. Y esta forma-trabajo, como modo predominante de «mediación social», exige como alimento la discriminación, la parcelación, la división del trabajo… no sólo de la mujer.
Seguiremos profundizando en estos temas; enhorabuena por vuestra meritoria y ambiciosa iniciativa.
Muy de acuerdo Alfonso en esto de identificar como cuasi-naturales formas de trabajo surgidas hace solo unos cientos de años. Claro, el tema es que la mayoría de las personas de nuestro entorno hemos nacido y crecido dentro del capitalismo, es lo que conocemos y hemos llegado a interiorizarlo como la única forma de trabajo, vida, empresa… osea, que necesitamos deconstruir nuestro imaginario, creo.
Respecto a los riesgos, no estoy segura de entenderte. Por lo que he vivido y leído, el patriarcado no comienza ni acaba en el capitalismo, por desgracia. Y aunque hay una conexión potente entre la desigualdad de oportunidades y la lógica capitalista, también es cierto que alrededor hay muchos ejemplos de discursos y prácticas androcéntricas en espacios “rojos”. Al menos yo los he visto en cooperativas sandinistas nicaragüenses, en instituciones europeas “modernas”, en las familias de todo tipo, hasta en ONGs progres. Osea, el patriarcado y la desigualdad de oportunidades trasciende al sistema económico capitalista, me temo.
Tu segundo riesgo me lleva a una reflexión superinteresante que se apuntó en el congreso y que intentaré explorar con un poco más de tiempo. Totalmente de acuerdo con que “encajar” reivindicaciones en un sistema que requiere de la discriminación para «ser» puede ser muy peligroso si no se cuestionen las bases. La muestra podría ser cómo el capitalismo fagocita reivindicaciones ambientalistas o feministas, las interioriza, las manipula y las rentabiliza en campañas de márketing social. Ahora resulta que no hay multinacional que se precie que no tenga su sellito de Responsabilidad Social Corporativa y su Plan de Igualdad, por supuesto.
Bueno, seguimos conversando, gracias a ti por tu agradecimiento, por el impulso y por abrir Hobest a estas conversaciones.
Izaskun, gracias por tus interesantes comentarios, y respondo brevemente a la interrogante que me haces. De entrada, considero que no existe una «alternativa» clara al capitalismo (ni el «socialismo realmente existente», ni las cooperativas, aunque sean de Nicaragua, ni las ONG’s…) sino que, con toda su meritoria y buena voluntad, siguen -al menos parcialmente- insertos en su lógica subyacente (que, por cierto, va mucho más allá de lo aparente…).
En cuanto al tema de la mujer, yo me refería a la relación de la mujer con el trabajo en diferentes contextos temporales, sociales y culturales. El «patriarcado» se remonta a tiempos remotos (el Dios de los judíos es hombre), pero con reducirnos a ello no podemos explicar mucho más; es por ello, sobre todo para escudriñar vías de liberación, que trato de indagar en ciertos aspectos y tratar de descubrir lo que es nuevo hoy, ya que, como te comentaba, el riesgo consiste en «cubrir» el pasado con las lentes con que, nosotros, eurocentristas, miramos el presente.
Las sociedades y culturas pasadas (y algunas residualmente presentes) han sido múltiples y muy diferentes entre sí, con valores, códigos, ritos… que hoy apenas podemos entender desde nuestra óptica (miope). Por ejemplo, cuando hablas de desigualdad o discriminación de la mujer a lo largo de la historia, no tienes en cuenta que estos conceptos sólo adquieren sentido al final del siglo XVIII, con la Revolución Francesa y, en parte derivada, con la independencia americana, en su declaración de «Libertad, Igualdad, Fraternidad» como principio de la «ciudadanía»; este concepto no existió antes, ni siquiera en la sociedad ateniense, donde «ciudadanos» eran los hombres, ni las mujeres ni los esclavos.
Para entender los diferenciales de nuestra sociedad actual, como ya he comentado, es importante tratar de captar cuáles son las formas imperantes de «mediación social», pues ellas determinan, en buena medida, cómo van asignándose los diferentes roles (no sólo de la mujer). En la nuestra sigue siendo la forma-trabajo; en otras anteriores fueron la religión, los dioses, el soberano, la moral…
Gracias de nuevo, y seguimos…
Hoy que estoy como literaria, me siento un poco Quijote al querer afrontar el riesgo que comentas, Alfonso, sobre lo de tratar de encajar iniciativas que chocan con el core de la forma-trabajo (discriminación, división del trabajo, deshumanización, persona-recurso…). Quijote porque aun sabiendo que es un molino hecho con materiales rígidos y resistentes, hay que enfrentarse a esa forma-trabajo para cuestionarla y agrietarla. Y me imagino más eficiente intentar romperla desde dentro, desde su propia lógica y permitiendo la voz de sus no-protagonistas-hoy. Qué te voy a contar que no hayas vivido ya en esto de intentar transformar contextos quizás intransformables por ese carácter de «naturalidad» que tú mismo adviertes.
Y sobre lo de quedarnos en el capitalismo como fuente de los males, es verdad que no solo este contexto social ha alimentado la discriminación y la desigualdad. Como comenta Izaskun, y tú también conocerás mejor que yo, hay otros modelos sociales, otros momentos históricos, otros agentes que van de progre y no lo son, que también se han desarrollado a costa de hacer una división sexual de esa sociedad. Visitando la exposición Guerrilla Girls en Alhóndiga, he tenido el «placer» de leer frases «célebres» de pensadores clásicos que hoy serían «carne de twitter» si osaran denigrar así a las mujeres.
Acabando con mi ramalazo literario de hoy, es tremendamente fácil acceder a obras clásicas de la literatura, previas al capitalismo, donde lo femenino y lo masculino se encuentran en dos órdenes bien diferenciados. Nos quedan este tipo de evidencias para poder conocer cómo se vivía en otros tiempos…
Pero aún así, sabiendo de lo extenso e inabarcable de todo esto, creo que es una buena intentona abordar esa forma-trabajo-naturalizada por lo central que es hoy en nuestras vidas. Parece coherente querer experimentar desde esa centralidad para ver si así fuera posible impactar positivamente en otros ámbitos de la vida de las personas que han pasado a ser periféricos por la obra de dios-trabajo.
Me viene, también, a la cabeza, el caballo de Troya. La estrategia de entrar dentro para, desde ahí, actuar. Por cierto, que no parece que hubieran muchas mujeres en ese caballo. ¿Dónde estarían? 😉
Y muchas gracias por ponernos estas letras. Un placer conocer tu opinión sobre el tema. Personalmente, me ayuda a reflexionar y me enriquece.
Un placer leerte, Silvia. Y sí, siempre he sostenido -y, creo, actuado en consecuencia- que no hay «afuera» en el sistema (capitalista) actual, en lo que desde hace decenas de años se denomina como «tardocapitalismo», por lo que es necesario actuar desde dentro, sea como el viejo topo o como la serpiente. Pero lo que me parece muy importante es tratar de desvelar las lógicas subyacentes que sustentan su dinámica -¡ojo! no «es un molino hecho con materiales rígidos y resistentes», sino una dinámica de adaptación y extracción constante-, para trazar estrategias, sí, desde dentro, pero que articulen otras lógicas alternativas. Trabajarlas con lógicas parciales -habitualmente con estereotipos- y estereotipadas, por muy progres que parezcan, sólo refuerza el sistema, le permite una deglución muy sencilla.
Sobre las diferentes formas culturales y el papel masculino/femenino en las mismas, ya hablaremos en otra ocasión.
En el caballo de Troya no había ninguna mujer, los griegos sólo habían llevado esclavas a la expedición; las mujeres estaban en Troya -Casandra, Hécuba, Elena…-. Bueno, la sexualidad en la antigua Grecia era bastante especial, si la comparamos con la moral judeocristiana; te remito a dos obras -«El banquete», de Platón, y «El uso de los placeres», de Foucault, para que te escandalices más todavía que con las frases que hoy llenarían twiter…
Seguimos, Silvia!
Uno de los debates planteados (o tal vez, ‘el debate’) en el IV Congreso de Economía Feminista en Carmona hacía referencia a la superación del sistema económico patriarcal y afrontaba el dilema entre el cambio del sistema desde dentro (o simple reforma) y el cambio radical por otra nueva forma de organización económica. Las defensoras de la primera opción consideran que apostar por un cambio radical de dicho sistema es la mejor manera de conseguir que nada cambie. Una humanización del sistema económico se caracterizaría por una mayor feminización de la propiedad de las empresas y de los métodos de gestión empresarial. La socialización promueve que el emprendimiento sea un campo vetado a la mujer, mediante la influencia ejercida por los estereotipos de género y el desigual reparto de la riqueza. Debería visibilizarse en mayor medida los rasgos andróginos de la figura de la persona emprendedora (la creatividad, la innovación, el optimismo, la capacidad de esfuerzo sostenido) con el objetivo de que las mujeres se identifiquen en mayor medida con dicha opción o carrera profesional. Además parece imprescindible un cambio de paradigma en el que los principios de racionalidad económica -invisiblemente masculinos: beneficio, crecimiento, tamaño- dejen de ser imperantes y en donde rasgos femeninos (la flexibilidad, la cooperación, la amabilidad, la lealtad, la sensibilidad hacia las necesidades de los demás) se valoren positivamente en la creación y gestión de una organización.
De todas formas, debo confesar que no sé si estas propuestas deben llevarse a cabo desde dentro del capitalismo o es impresicindible un cambio de sistema. En todo caso, el hecho de tomar mayor consciencia de la persistencia e influencia de los estereotipos de género en nuestras vidas es sin duda una via para conseguir una mayor equidad, en casa, en el trabajo y en la sociedad.
Un saludo cargado de complicidad
En el siglo XVIII, una mujer Olimpia de Gouges en el contexto de la Revolución Francesa recibía escritos de admiración de los líderes del movimiento abolicionista francés y fundó varias Sociedades Fraternas de ambos sexos. Olimpia opinaba que si
“La mujer tiene el derecho de subir al cadalso; debe tener también el de subir a la Tribuna.”
Murió guillotinada el 3 de noviembre de 1793 sin que la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano fuera universal. Como no tocaba, se restringieron los Derechos del ciudadano al perfil de varón blanco y con dinero. Sus trabajos profundamente feministas y revolucionarios quedaron en el olvido.
En 1907, Alexandra Kollanti, una destacada teórica del movimiento revolucionario ruso y la de la lucha por la liberación de las mujeres, plantea en su libro “Los fundamentos sociales de la cuestión femenina” la necesidad de una auténtica revolución en el ámbito de las relaciones sexuales, en un mundo organizado mediante nuevas líneas sociales y productivas que pongan fin al nocivo sistema capitalista. Como no tocaba, los camaradas consideraron la emancipación de la mujer como una mera cuestión de superestructura, priorizando la lucha de clases.
Y llegamos al 2013, planteando la transformación organizacional basada en personas que reivindica el protagonismo de la persona como eje sobre el que articular los procesos de relación, gestión y dirección. Sin saber si lo que toca es quedarse en mejorar la productividad de las empresas, potenciando una jibarización del concepto de conciliación (mujer en edad de crianza). ¿Hoy no toca hablar de corresponsabilidad, ni de tratamiento diferente a casuísticas diferentes?
No se puede entender el concepto de ciudadanía, la lucha de clases, la centralidad de la persona en la sociedad del conocimiento sin entender que la igualdad es un derecho humano y un beneficio para la sociedad.
Y ahí, los feminismos son el despertador que nos indica la hora de levantarse y comprender que no hay cambio real que no tenga en cuenta al 50% de la sociedad.
Miguel Angel, gracias por pasarte por aquí y dejar tus ideas. Además de los ejemplos que pones, podríamos añadir otros sobre cómo en momentos históricos clave (sufragio universal, por ejemplo) la cuestión feminista o de género se supeditó a otros intereses políticos o «de clase». Y como dices, llegamos al 2013, el estallido financiero se impone sobre las crisis que ya teníamos (la de los cuidados, la ecológica…) y la prioridad vuelve a ser otra, salvar a los bancos y mantener el sistema. El precio, profundizar en las brechas de género y desandar el camino avanzado. Creo que tienes mucha razón en destacar lo importante de no caer en la trampa de «ahora hay otras cosas más importantes». Me encanta la idea de ver los feminismos como un despertador, eskerrik asko!