¿Existe una mejor manera de trabajar?

Introducción

En este artículo Maite Darceles propone una agrupación en tres grandes bloques de las causas de los malestares del ámbito laboral. Se trata del análisis previo para dotarnos de herramientas que nos permitan revertir las sitiuaciones de malestar en el trabajo.

Por todas partes se oye hablar del malestar de las personas, del malestar psíquico. Se menciona en niños y jóvenes mucho más que antes; también se cita en adultos. Tiene múltiples causas. Por mi profesión y mi práctica, me interesa principalmente el malestar relacionado con el ámbito laboral.

Me atrevo a decir que podemos clasificar en tres grandes bloques las fuentes del malestar relacionadas con el trabajo: la incertidumbre, la falta de sentido y la carga laboral excesiva. Las tres están presentes de muchas formas en nuestra sociedad.

La incertidumbre genera incomodidad. ¿Tendré trabajo mañana (o el mes que viene, o el año que viene)? ¿Tendré un salario o ingresos suficientes para cubrir mis gastos? ¿Podré compaginar el trabajo con otras facetas de mi vida? ¿Qué cambios se producirán en mi trabajo? ¿Qué me veré obligada a hacer? ¿Seré capaz de hacer lo que mi trabajo me exija? Si ante estas preguntas estamos tranquilos, no estaremos viviendo nuestra relación con el trabajo con incertidumbre. Sin embargo, estas preguntas también suelen causarnos malestar.

Cuando la tendencia es individualista, cuando lo colectivo no tiene peso y todo es responsabilidad del individuo, estas incertidumbres pueden ser una losa muy pesada. Aunque estas fuentes de malestar fueran leves, cuando las abordamos en solitario, se acumulan y van resquebrajando nuestra resiliencia.

Otra fuente de malestar es la falta de sentido. No encontrar sentido a lo que hacemos, ya sea en las formas, en los contenidos o en relación con el contexto. Muchos aman su trabajo, pero las exigencias que se les imponen les generan malestar. A menudo no nos sentimos cómodos con las formas de trabajar. Me vienen a la cabeza, por ejemplo, las tareas burocráticas impuestas al profesorado. Los compañeros que se toman su trabajo con poca responsabilidad también provocan frustración en quienes están más comprometidos, sobre todo cuando ello deteriora los resultados o cuando ese comportamiento incrementa la carga laboral de los demás. También hay otros aspectos que desembocan hacia la falta de sentido: ¿cómo nos sentiríamos si supiéramos que la empresa en la que trabajamos tiene como clientes a empresas de la industria armamentística? ¿O que utiliza deliberadamente marketing engañoso y manipulador? Más aún: ¿si este va dirigido a niños o adolescentes? ¿O si hubiese alguien en la empresa que no da ni golpe y, sin embargo, nadie le dice nada y se hace la vista gorda? Para muchos de nosotros vivir estas situaciones debilitaría nuestro vínculo con el trabajo y su sentido. Si estas situaciones se mantienen en el tiempo, en muchos casos generarán un malestar insoportable. La falta de reconocimiento, de equidad, violencias de todo tipo, conductas malintencionadas, irresponsabilidad, sentirnos impotentes cuando vemos que las cosas podrían hacerse mejor… Todo ello hace que nuestro trabajo pierda sentido.

Y, en tercer lugar, una carga laboral excesiva. Es sorprendente que desde que empecé en consultoría hace veinte años, cada vez veo a las organizaciones más desbordadas. Ursula K. Le Guin tiene un texto maravilloso en el que menciona que, en tiempos prehistóricos, un humano o una humana podía vivir bastante bien trabajando unas quince horas a la semana. No voy a entrar a analizarlo, pero da que pensar.

Estos tres factores se dan, a menudo, simultáneamente, lo que incrementa el malestar de manera exponencial. Una carga de trabajo insoportable, completamente descompensada respecto a la de otros; ver cómo algunos compañeros se escaquean o trabajan con desidia, mientras las exigencias burocráticas siguen aumentando. Podríamos añadir que sentimos que lo que hacemos no sirve realmente para mejorar la vida de nadie o para solucionar un problema real, incluso que, a veces, ocurre lo contrario… ¿Cómo no vamos a acabar quemados?

No es mi intención tocar fondo en una visión pesimista y quedarme anclada. Sino que quiero poner sobre la mesa que todos estos malestares se dan en las organizaciones y apelar a la responsabilidad individual y colectiva para revertir estas situaciones.

Cuando hablamos de profesionales que trabajan por su cuenta es distinto, pero en el caso de las organizaciones, algunas incertidumbres pueden atenuarse compartiendo información y desarrollando formas de comunicación. Veo ejemplos de ello cada día en las organizaciones.

Crear dinámicas de trabajo enriquecidas con las aportaciones de todos, mejora enormemente la organización. A menudo oigo: “lo intentamos, pero no funcionó”. Pero no me refiero a algo teórico, o a poner en marcha la primera idea que se nos ocurre, y que fracase. Me refiero a lograrlo de verdad como fruto de un trabajo minucioso y constante. Cada organización debe recorrer su propio camino, partiendo de donde esté, teniendo en cuenta su contexto, sus recursos y su red, poniendo la actividad que realiza en el centro, y dando protagonismo a las personas que la conforman. En mi experiencia, siempre funciona.

Tener el coraje de huir del mandato productivista del “siempre más” y ser capaces de establecer prioridades también es importante.

Trabajar menos, trabajar mejor, conectados con nuestros valores, sintiéndonos parte de un equipo, con un alto nivel de información y construyendo de forma colectiva… ¿Existe una mejor manera de trabajar?

Publicado en

  • EnpresaBidea, 25/06/2025, en euskara: https://www.enpresabidea.eus/iritzia/ba-dago-modu-hoberik-lan-egiteko_2216031_102.html
  • Berria, 08/07/2025, en euskara: https://www.berria.eus/iritzia/artikuluak/ba-dago-modu-hoberik-lan-egiteko_2144066_102.html
  • Jornal.cat, 16/07/2025, en catalán: https://www.jornal.cat/opinio/39161/millor-manera-treballar

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