La llamada crisis económica actual es, en principio, una combinación compleja del agotamiento del ciclo industrial, el estallido de la burbuja especulativa y el afloramiento de las grandes estafas bursátiles (…) sugiero que nos encontramos ante una crisis profunda del modelo de acumulación capitalista.
Ahora hace seis años escribía estas líneas en esta misma columna. Y hoy como ayer, el riesgo consiste en tratar esta crisis como una más…[1] Porque, ¿qué es esta crisis?
Se han inyectado recursos ingentes precisamente en aquellos agujeros que han provocado esta situación, con sus siniestros corolarios de despidos masivos en las industrias, de suspensión de la lucha contra el cambio climático, de suspensión de la ayuda al desarrollo… ¿Quién nos dice que esto no puede volver a producirse, con efectos mucho más, si cabe, devastadores, en dos, tres o cinco años? Estamos amenazados con una catástrofe planetaria mientras nuestros “poderes públicos” acuden al rescate (a “pagar el rescate”) de los especuladores.La actual es una crisis del modelo de acumulación capitalista, no una crisis de demanda y oferta descompensadas. Durante veinte años, coincidiendo con el desplome del sistema soviético, nos han dado para vivir la alegría orgiástica del sistema, basado en la búsqueda del beneficio allí donde fuera más jugoso, lo que ha llevado a desplazarse desde la economía real (o productiva) hacia la esfera virtual del juego financiero, sin referencias –no interesaban, claro- con lo realmente producido. El resultado está a la vista: La burbuja estalla, el dinero ha desaparecido, y los efectos de la crisis arrastran a la economía real hacia una recesión cuyo alcance desconocemos.
La crisis actual viene provocada, como he sostenido reiteradamente, por la explosión de la economía del conocimiento (como una economía que contiene en sí misma las raíces de la liberación del trabajo dependiente, de la alienación del trabajo) y las necesidades de revalorización del capital de superar esta “dependencia” (su inmersión en la esfera virtual/especulativa y bélica). De esta forma se activa un antagonismo latente, aunque púdicamente oculto todavía, entre la economía real, la generadora de valor y de riqueza, y la economía financiera/especulativa, que la engulle en sus movimientos especulativos. O, dicho de otra forma, entre la sociedad real y la sociedad virtual del Capital.
¿Qué hacer desde el ámbito empresarial ligado al “territorio”, implicado en su sociedad? Creo que, al menos, podemos trabajar intensamente en generar un nuevo concepto de riqueza (en la “sociedad de la abundancia”, no lo olvidemos) que supere el absurdo al que nos ha llevado el neoliberalismo en su brutal asimilación de riqueza con obtención o consumo de valor monetario (de “valor de cambio”). Entender la generación de riqueza como producción de bienes y servicios, pero también de subjetividades, de cultura, de riqueza inmaterial, de afectos, de solidaridad, de ecología… Para ello, considero imprescindible que nos basemos en el proceso de transformación/liberación del trabajo dependiente hacia un trabajo del “conocimiento”, del pensamiento, el deseo y la acción, ya que sólo de él depende la generación de creatividad e innovación que nos son, hoy en día, imprescindibles. Y de esa liberación depende la generación de una esfera de lo político fundamentada en lo comunitario, en lo local, donde creación de riqueza social y solidaridad se fundan.
Tendremos que abrir bien los ojos, porque nos adentramos en territorio desconocido.
[1] La argumentación de este artículo está desarrollada en este otro artículo del autor: Política de la riqueza, riqueza de la política