La economía es el sistema por el cual la sociedad organiza sus recursos y su trabajo para dar respuesta a las necesidades humanas. Probablemente no es la primera definición de economía que nos venga a la cabeza, pero creo que no dudaréis en que tiene sentido. Cuando hablamos, por ejemplo, de desarrollo económico nos deberíamos referir a dar mejor respuesta a las necesidades humanas y a que se viva mejor.
No podemos pensar una sociedad, un mundo, sin pensar en su sistema económico. A su vez, pensamos y analizamos la economía en diferentes escalas: global, regional, de comunidad, organizacional, familiar, individual, etc. A la hora de evaluar éticamente un sistema económico en cualquiera de sus escalas, deberíamos tener en consideración cómo da respuesta a las necesidades internas del sistema y también cómo afecta su modelo y actividad al resto. Hacer aflorar, por ejemplo, injusticias patriarcales o coloniales que traspasan la frontera del propio sistema, o en el polo opuesto, hacer aflorar avances feministas o decoloniales.
A veces olvidamos este sentido ético de la economía y criticamos todo lo que se relacione con la economía. Convengo en que hemos de ser críticas, pero desde la consciencia de que la organización social ha de responder a criterios económicos. Para ello necesitamos formular de otra manera distinta los indicadores y criterios económicos para que nos ayuden a analizar y evaluar en clave de respuesta a las necesidades internas, impactos externalizados y, por supuesto, de eficiencia. Esta es una complejísima cuestión que apunto aquí para la lista de cosas en las que se ha de trabajar mucho más para avanzar hacia la transformación de la economía. Ahora mismo parece que la economía es algo que sirve sobre todo para justificar sinsentidos, injusticias e impotencias.
Así, el olvido del sentido ético de la economía, y también su consiguiente rechazo, es natural ya que el contexto económico actual está marcado y atravesado por lógicas en las que se imponen unas maneras de hacer empresa y de organizar la economía que no ponen en el primer plano las necesidades humanas.
Algunas intelectuales han explicado nuestro sistema económico como un gran monstruo que se lo come todo, y destruye el medio natural, las formas de vida vivibles y los vínculos comunitarios. El sistema capitalista global actual tiene la capacidad de engullirlo todo, de hacer que casi todas las decisiones que se toman, aunque sean bienintencionadas, alimenten al monstruo, refuercen sus lógicas.
El sistema económico se modela, se micro transforma cada día a través de miles y miles de decisiones. Que tomamos, por ejemplo, en nuestros trabajos y profesiones. También como usuarias y consumidoras. O como no usuarias y no consumidoras. A través de los caminos que toman las organizaciones cuando deciden qué actividad desarrollan, qué necesidades cubren y cómo, o qué modelo de negocio y financiación desarrollan. A través de cada una de las decisiones sobre las políticas públicas (tanto a nivel de diseño como de ejecución): sobre los límites que se ponen, sobre qué se premia y se fomenta, qué se prohíbe y se sanciona, qué derechos se universalizan, cómo se financian y cómo se protegen y se proveen los bienes y servicios en los que se materializa la garantía de esos derechos. La concreción e interacción de todas estas decisiones va transformando el sistema.
No es posible situarse fuera del sistema. Cuando hablamos de una alternativa económica, no nos referimos, por tanto, a crear una alternativa fuera del sistema. Sino que se trata de ejercer nuestra capacidad de agencia allí donde la tengamos. No dejarnos llevar por inercias y respuestas fáciles. Tratar de luchar por aquello que tengamos muy claro y en lo que tenemos gran conocimiento y experiencia. No perder de vista qué está sucediendo en la realidad. Analizar los problemas y las necesidades no cubiertas. Analizar las oportunidades. Analizar qué agentes y bajo qué lógicas están operando en este momento. Explorar alternativas reales, viables, vivas, pegadas a la realidad. Elegir dónde actuamos y no pretender abarcarlo todo.
Podemos hacer las cosas de otra manera, generando micro alternativas que sigan lógicas diferentes a las imperantes, que conscientemente se basen en otras lógicas y las hagan posibles, y realimenten otras redes e interconexiones con otras maneras de hacer.
Muchas organizaciones, especialmente las vinculadas a la Economía Social y Solidaria, están haciendo un gran esfuerzo por responder a otras lógicas y necesitan espacios de diálogo y reflexión compartidos para aprender las unas de las otras y explorar colectivamente maneras de hacer empresa y organización en lógicas distintas a las que el sistema imperante nos empuja. Hay una gran potencia transformadora en las empresas y organizaciones. Son agentes económicos insertos en el mismo contexto que criticamos, pero tienen un margen de actuación. Se trata de alimentar y hacer crecer un repertorio de posibles (expresión que tomo prestada de Marina Garcés) con cada gesto, con cada intento, con cada logro. Y desarrollar una economía con sentido, orientada a la justicia y al desarrollo del potencial colectivo.
Imagen de Francesco Ungaro en pexels.