Gestionar lo intangible

Apenas estamos al inicio de la era digital y tecnológica, donde la inteligencia artificial parece que tomará un protagonismo inimaginable para la mayoría de los mortales. El ritmo exponencial y acelerado que adquiere todo es abrumador. Los datos, los algoritmos, la medición y cuantificación de todo están en todas partes… En las organizaciones cada vez se pone más énfasis en la necesidad de digitalización, en la automatización de procesos, en la capacidad de adaptación y reinvención constantes. Sin embargo, hay esferas intangibles en la vida de las personas y las organizaciones donde la tecnología no está ni se la espera. Me refiero a esferas como la cultura, la relación, el aprendizaje, la experiencia, la percepción, la intuición, la introspección, la interioridad, el sentido, la motivación, la trascendencia, la inmanencia, entre muchas otras… Todas ellas tienen que ver con una dimensión de la persona que a menudo dejamos en segundo plano en el mundo de la empresa y de las organizaciones: la dimensión espiritual. Y es aquí donde me pregunto: ¿qué relación hay o puede haber entre el trabajo y la espiritualidad?

Para hablar de espiritualidad hoy en día necesitamos un cierto grado de confianza con nuestro interlocutor, ya que es algo intangible, un tema poco evidente, muy personal y bastante delicado por la rápida connotación religiosa que puede tener. Aquí vale la pena señalar que, aunque la religión pretende ofrecer un camino de crecimiento espiritual, la espiritualidad no necesariamente está ligada a una confesionalidad en concreto. Sin embargo, esta posible connotación hace que encontremos aún más reservas, aversión o resistencia a acercarnos a ella, especialmente en el ámbito profesional y laboral. En Europa occidental está bien aceptado hablar de inteligencia emocional, cuidados y relaciones en el mundo laboral, pero aún nos resulta difícil hablar de espiritualidad. Trato de dar un poco de marco para ver qué sentido puede tener hablar de ello también en el mundo de las organizaciones.

La conciencia de unidad

La dimensión espiritual, más allá de la física, la intelectual, la emocional o la social, es la dimensión de la persona que está relacionada con el sentido, las creencias, la búsqueda de significado y propósito. Como decía, esta dimensión a menudo la relegamos al ámbito más íntimo y privado de la persona, pero aquí es donde quiero resaltar que la esencia de esta dimensión es esencialmente comunitaria, ya que, como apuntan muchas de las tradiciones espirituales de la humanidad desde hace miles de años, es la dimensión que nos hace experimentar la conexión con un todo, un algo más grande que nos une a todos los seres.

En el libro La Quinta Disciplina, Peter Senge, científico de sistemas y profesor del MIT, usa el término metanoia, que significa literalmente trascendencia (meta, más allá; noia, mente), para referirse a la experiencia de las personas cuando se sienten parte de un gran equipo u organización:

“Las personas se sienten parte de algo más grande que ellas mismas, tienen la sensación de estar conectadas, de ser generativas… En la tradición cristiana, este término se asociaba al despertar de la intuición compartida y el conocimiento directo de lo más elevado, de Dios… Captar el significado de metanoia es captar el significado más profundo del aprendizaje (organizaciones que aprenden)… El verdadero aprendizaje llega al corazón de lo que significa ser humano… A través del aprendizaje ampliamos nuestra capacidad para crear, para formar parte del proceso generativo de la vida” (Senge, 1990).

Esta búsqueda del movimiento de la mente para dar espacio a esta nueva fuente de aprendizaje y de conexión con un todo es un denominador común en todas las tradiciones espirituales. Todas ellas, a través de prácticas meditativas y contemplativas, ponen especial énfasis en la necesidad de desarrollar la atención y desplazar el foco de la mente, haciendo la traslación hacia la percepción. Josep Maria Esquirol, en su libro La Escuela del Alma, se detiene en el “esfuerzo de la atención”, ya que, como él dice, es la primera práctica espiritual, y hace referencia tanto a Malebranche, quien dice que la atención es la fuerza del espíritu, como a Walter Benjamin, cuando se refiere a Kafka:

“Si Kafka no rezaba -cosa que no sabemos- sí que le era muy propio aquello que Malebranche llamaba ‘la oración natural del alma’: la atención. En la cual, como los santos en sus oraciones, incluyó todas las criaturas.” (Esquirol, 2024)

Desde la atención, como base para la meditación y la contemplación, se abre el camino hacia la conciencia de unidad y trascendencia. Veamos algunos ejemplos de cómo diferentes tradiciones espirituales se refieren a ello:

En la propia iluminación de Buda en el siglo V-VI a.C.

Después de 7 días de meditación, Siddhartha Gautama alcanza la iluminación, bajo el árbol Bodhi, cuando al abrir los ojos y ver el planeta Venus exclamó: “El universo entero se ha despertado conmigo”, refiriéndose a esta toma de conciencia de unión con el todo. De ahí que uno de los pilares del budismo y de las corrientes que se derivan, como el zen, sea la interdependencia entre todos los seres.

Jesús de Nazaret, antes de ser detenido, también medita y reza a Dios refiriéndose también a esta unidad, en Juan 17:22-24:

“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado.
Padre, quiero que donde yo estoy, también estén conmigo los que me has dado, para que vean mi gloria, que me has dado, porque me has amado antes de la fundación del mundo

De aquí también, que uno de los sacramentos principales de los cristianos sea la comunión como unión íntima entre cristianos y con Jesucristo.

En la tradición sufí del Islam, el poeta místico Rumi (siglo XIII) a menudo expresa en su poesía la idea de unidad con el Todo, con Dios o la realidad última:

“No soy cristiano, ni judío, ni musulmán,
No soy del Este ni del Oeste,
No soy de la tierra ni del mar.
No pertenezco a ninguna categoría establecida,
No soy de este mundo ni del próximo.
Soy del Amado y el Amado es mío.
He dejado de ser, solo Él permanece.”

Esta idea de disolución en Dios es una expresión directa del concepto sufí “fana” que significa la aniquilación del yo para fundirse con el Todo. En otro poema dice:

“No eres una gota del océano, eres el océano entero en una gota.”

El capítulo 16 del Tao Te Ching de Lao Tse (siglo VI a.C.) también tiene una resonancia con el “fana” sufí:

“Vacíate completamente.
Mantente quieto.
Todas las cosas del mundo aparecen y desaparecen.
Observa su retorno al origen.
Volver al origen es encontrar la paz.
Encontrar la paz es realizar su destino.
Realizar su destino es ser eterno.
Quien conoce la eternidad está iluminado.
Quien no lo sabe, cae en la confusión y el sufrimiento.
Quien conoce la eternidad es tolerante.
Siendo tolerante, se convierte en justo.
Siendo justo, se convierte en soberano.
Siendo soberano, se une con el Cielo.
Quien se une con el Cielo, se une con el Tao.
Quien se une con el Tao pierde su yo
y se convierte en uno con lo eterno.”

Vemos entonces que muchas de las tradiciones espirituales de la humanidad, desde diferentes perspectivas, hablan de una realidad más profunda donde todo es uno, donde el yo se disuelve en un Todo que nos trasciende.

La naturaleza como vía hacia el desarrollo espiritual

Somos naturaleza y es por este motivo que la naturaleza se convierte en un camino directo para conectar con esta dimensión espiritual de la persona y hacerla crecer. La naturaleza, el cosmos, es orden, belleza, nos sobrepasa, nos deja sin palabras, nos conmueve, nos asusta, nos atrae y nos orienta hacia lo trascendente… Todas las tradiciones espirituales tienen en la naturaleza una mirada de respeto, de lo sagrado, de hogar, de fuente de sabiduría.

Los pueblos indígenas, por ejemplo, establecen unos vínculos completamente cuidados con la naturaleza, con actitud de reverencia y nada materialista. Los portavoces indígenas a menudo hablan en nombre de todos los seres vivos de su entorno, como familiares suyos, partiendo de la idea de que todos los seres humanos y no humanos están unidos por el corazón y hablan una sola voz. (Mallarach, 2024)

“Debemos entender que todas las cosas son obra del Gran Espíritu. Debemos saber que Él se encuentra en todas las cosas: los árboles, las hierbas, los ríos, las montañas, en todos los cuadrúpedos y los pueblos alados; lo que aún es más importante, debemos entender que Él está en el fondo de nuestro corazón; entonces temeremos, amaremos y conoceremos al Gran Espíritu y nos esforzaremos por ser, actuar y vivir como Él quiere. Hehaka Sapa” -Alce Negro (Mallarach, 2024)

En el cristianismo también encontramos figuras de Santos completamente conectadas con la naturaleza, como sería San Francisco o Bernardo de Claraval, quienes de nuevo nos invitan a prestar atención a la naturaleza como fuente de sabiduría y conocimiento: «Los árboles y las rocas te enseñarán cosas que ningún maestro te enseñará.»

En el capítulo 25 del Tao Te Ching leemos:

“El hombre sigue la ley de la tierra.
La tierra sigue la ley del cielo.
El cielo sigue la ley del Tao.
El Tao sigue su propia ley, que es natural.”

El Tao es el principio fundamental, la fuente de todo, el orden natural que rige el universo. No puede ser definido completamente. Solo experimentado. De hecho, la enseñanza del Tao tiene que ver con la acción no forzada: actuar en armonía con la naturaleza y el fluir natural de la vida, sin resistencia ni esfuerzo.

En el libro El Arte de la Guerra, escrito por Sun Tzu alrededor de los siglos V-IV a.C., se recogen referencias específicas al Tao y está impregnado de la línea de pensamiento taoísta:

«La estrategia ganadora es evitar la batalla. El mejor general es aquel que hace que el enemigo se rinda sin luchar. La victoria se gana cuando se consigue el objetivo sin necesidad de luchar.» Sun Tzu – El Arte de la Guerra

Este libro no solo ha dejado huella en el campo de la guerra, sino también en el de la política, la empresa y el liderazgo.

Aproximaciones del mundo organizacional a la espiritualidad

El taoísmo es una corriente que ha influido, junto con la teoría de Jung, en todo lo que es la base de la psicología orientada a procesos de Arnold Mindell y disciplinas derivadas como sería el trabajo global o el coaching sistémico, que cada vez va tomando más presencia en el mundo de las organizaciones. De esta corriente se deriva una mirada diferente al liderazgo al que solemos estar acostumbrados. Dejamos la idea de líder visionario que inspira y mueve un grupo, para transitar hacia la de elder, como persona que facilita y sabe navegar en el conflicto y el flujo natural propio de la comunidad u organización para hacer que esta se transforme y dé paso a lo nuevo que necesita emerger. Elder viene a recoger la idea de persona mayor y sabia, lo que en las culturas indígenas americanas, africanas o asiáticas serían los guías espirituales, líderes comunitarios o guardianes del conocimiento ancestral.

«Como elder de Trabajo Global, tienes que aprender a esperar y a seguir las señales que te envían las personas o el entorno, las señales que proceden de los sueños, las señales del cuerpo, las que trae el viento y las que transmiten los árboles, tienes que aprender a seguir la dirección que te marca la naturaleza. Si no haces esto, tu enseñanza solo servirá para reproducir la dominación existente, responsable de la mayoría de nuestros problemas personales e internacionales.» (Mindell, 1995)


Mindell ve en los chamanes y ancianos de las tribus indígenas unos referentes a la hora de lidiar con los conflictos dentro de las comunidades, ya que «son capaces de animar a la gente a expresar lo que ve, a ‘canalizar’ la voz de los espíritus y a manifestar lo que está en el aire.» (Mindell, 1995). De la propia práctica facilitando en organizaciones veo aquí un largo camino por recorrer, dada la potencia que tiene aprender a leer el campo para contribuir a revelar el sistema, ya sea un equipo como una organización, y facilitar así la toma de conciencia sobre aquello intangible que opera en otros planos. Es aquí donde detecto una clara necesidad de desarrollar la atención y la capacidad de percepción de aquellas personas que desarrollan tareas de gestión, coordinación y liderazgo dentro de las organizaciones, así como también de consultores y facilitadores que acompañan procesos de transformación.

Desde el ámbito académico, comenzamos a encontrar también esta voluntad de incorporar la mirada espiritual a la hora de trabajar con empresas y organizaciones. Otto Scharmer, profesor del MIT, hace referencia de manera desacomplejada en el desarrollo de la Teoría U, donde ofrece un marco práctico y conceptual para contribuir a la transformación individual y colectiva en base al «futuro que emerge» en lugar de caer en la repetición de patrones del pasado. El núcleo de la «teoría U» pasa, por un lado, por la escucha profunda desde la apertura de mente, corazón y voluntad para percibir nuevos caminos. Y por otro lado, por lo que Scharmer llama presencing (presencia+sensación): conexión con el futuro emergente que ya se hace presente: la inmanencia. Este último punto requiere altos niveles de atención, percepción y conexión profunda donde la práctica meditativa y contemplativa adquieren un papel relevante.

El silencio, el humus de los humanos

En meditación zen, hay un concepto que tiene cierta resonancia con el presencing de Scharmer: Hishiryo. Taizen Deshimaru, maestro zen del siglo pasado, se refería a Hishiryo como el estado natural de la mente en meditación: no es divagación mental, pero tampoco es un vacío absoluto. Es un estado de plenitud y lucidez en el cual la mente fluye sin aferrarse a nada. Hishiryo es el funcionamiento perfecto de la conciencia durante el zazen (meditación sentado), donde se trasciende la dualidad entre pensar y no pensar. Otros maestros zen hablan de Hishiryo como la conexión con la mente universal, la intuición profunda. En el mundo de la facilitación y el coaching incluso se habla del world channel. Deshimaru también señala que los efectos de la meditación zen no suelen darse nunca durante la meditación, sino en el día a día, donde a través de la práctica de la atención, esta queda integrada en la cotidianidad.

Ante este mundo acelerado y en continua distracción, parece que hacer silencio y estar presente sean oasis donde el «no hacer» se convierte en generador de vida, como apunta Senge. El amigo Vicens Santa Maria, ermitaño y monje de Montserrat, le pone palabras:

«El silencio, para los humanos, debería ser como el humus para la tierra, como el plancton que alimenta a los peces, como la luz para las plantas, como el agua que engendra vida, como el aire que todos necesitamos, como el fuego que permite vivir de otra manera, como la luna que siempre se hace amar. Por todo esto hay que iniciar una cultura del silencio, una arquitectura para el silencio, espacios naturales donde regalarse, a basto, este apoyo imprescindible, y una espiritualidad que despierte el silencio interior y conduzca, al mismo tiempo, a crear el silencio ambiental. Careciendo de una premisa tan necesaria para la vida y para vivir sano y equilibrado, en armonía con la naturaleza y que acompañe hacia la plenitud del ser, debemos colaborar para generar su restablecimiento. Aquí y allá, hoy y mañana, deberíamos vivir saciados de silencio y ser parteros y parteras de silencio.» (fragmento de «Un gesto por la paz. Pacifícate»)

Para acabar, vuelvo a las organizaciones del siglo XXI, en las que todos parecen preguntarse qué papel tendremos los humanos en esta nueva era digital y tecnológica. Teniendo en cuenta que las organizaciones no dejan de ser o aspirar a ser comunidades de personas trabajando para un propósito compartido, y que además, las personas no hemos dejado de ser, en esencia, una manifestación más de la naturaleza y de la vida en este planeta, me hago dos preguntas: la primera sería si, más allá de maravillarnos ante los logros que consigue la inteligencia artificial, seremos capaces de no evadir responsabilidades en cuanto a la gestión de los intangibles, aquello que nos hace verdaderamente humanos. Y en el caso de lanzarnos a esta aventura, ¿tiene sentido hacer salir del armario nuestra dimensión espiritual para adoptar una mirada mucho más integral y sutil de los procesos que acompañamos? Sabemos que el capitalismo ha sabido mercantilizar también la esfera del trabajo espiritual con propuestas a menudo egotistas y aparentemente innovadoras que pervierten el sentido inicial de este trabajo. Esto nos debe hacer estar atentos, pero no por eso debemos desestimar, de entrada, un camino que ha tenido sentido a lo largo de miles de años por parte de las generaciones que nos han precedido.

El deseo de luz produce luz.
Hay deseo de verdad cuando hay esfuerzo de atención.
Es realmente la luz lo que deseamos
Cuando ya no hay otro móvil.
Aunque los esfuerzos de atención
Sean estériles años y años,
Un día, una luz exactamente proporcional a estos esfuerzos
Inundará nuestra alma.
Cada esfuerzo añade un poco más de oro
A un tesoro que nada ni nadie nos podrá quitar.

Simone Weil

Bibliografía

Senge, P. M. (2019). La quinta disciplina. Ediciones Granica SA
Esquirol, J.M (2024). L’escola de l’ànima. Quaderns Crema
Mindell, A. (2004). Sentados en el fuego: Como transformar grandes grupos mediante el conflicto y la diversidad. Icaria Editorial.
Mallarach, J.M (2024). La saviesa dels pobles indígenes. Akiara Books
Scharmer, O. (2024). Teoría U. Editorial Eleftheria Sl
Sun Tzu (2009). El arte de la guerra. Ediciones Obelisco
Deshimaru, T.(1979). La pràctica del zen. Editorial Kairós Sa
Deshimaru, T.(1982). Preguntas a un maestro zen. Editorial Kairós Sa

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